1930-1939

El 12 de abril de 1931 los comicios municipales celebrados en España dieron como resultado el triunfo de las candidaturas republicanas en la mayoría de las capitales de provincia, la dimisión del Gobierno provisional del almirante Juan Bautista Aznar y la salida de Alfonso XIII del trono. Dos días más tarde, el 14 de abril de 1931, se proclamaba la II República. España se convertía de ese modo en una República parlamentaria y constitucional que hizo frente a importantes desafíos y problemas sociales implementando un completo programa de reformas que fueron acogidas de forma heterogénea por los diferentes sectores políticos. Los modelos de Estado, Iglesia y Ejército fueron modificados así como el “viejo orden”. Así las cosas la joven republica española sufrió para consolidarse pues sus reformas suscitaron protestas sociales, insurrecciones y levantamientos populares que logró controlar. Sin embargo, fue un golpe desde arriba y desde dentro, en el seno del ejército, instigado por los grupos de orden que no la toleraban, el que inició por las armas una agonía de casi tres años que finalmente acabaría con el proyecto democrático. El 18 de julio de 1936 el ejército quedó dividido entre quienes decidieron defender la legalidad republicana y aquellos que decidieron sublevase contra ella, el golpe había fracasado, comenzaba la guerra civil española.[1]

Casi tres años de guerra en España todo lo cambiaron. Desde 1936 junto a los soldados y milicianos que cruzaban la frontera para reincorporarse a la lucha por Cataluña, heridos, mujeres, niños y ancianos llegaron a Francia tratando de huir de una violencia indiscriminada que se manifestaba dentro y fuera de los diferentes teatros de operaciones. La caída de los diferentes frentes de batalla en España dio como resultado cinco movimientos migratorios hacia el exterior. Los cuatro primeros tuvieron como destino la Francia metropolitana, mientras que el último de ellos llegó en marzo de 1939 a los territorios que París controlaba en el Norte de África.Sin duda el éxodo provocado por la conquista rebelde de Cataluña a finales de 1938 y comienzos de 1939 –la Retirada- fue el de mayor importancia cuantitativa, aunque anteriormente y coincidiendo con el desplome de las defensas republicanas en el norte peninsular, tres movimientos migratorios dejaron en Francia un saldo de 40.000 refugiados españoles entre 1936 y 1938.

            Pese a los esfuerzos que supusieron las ofensivas republicanas de distracción de Brunete (julio de 1937) y Belchite (agosto y septiembre de ese mismo año), para evitar la conquista sublevada de Santander y Asturias respectivamente; a finales de octubre las tropas franquistas se hicieron con el control del norte industrial tras la rendición de Gijón y Avilés. Con él norte y su preciada producción controlados y sabiéndose superior militarmente, Franco planteó un nuevo ataque sobre Madrid a finales de 1937. Su plan: lanzar a sus tropas, al igual que en la intentona fallida que llevó a cabo el CTV  italiano en marzo del mismo año, por el sector de Guadalajara y tomar la capital de España. Sin embargo, el general republicano Vicente Rojo, consciente de las intenciones franquistas decidió un ataque preventivo sobre Teruel, obligando a Franco a dividir sus tropas y rebajar la presión sobre Madrid.

Contando con la ventaja inicial de la sorpresa, las tropas republicanas iniciaron el ataque sobre Teruel el 15 de diciembre de 1937, lograron romper las defensas franquistas y forzaron la capitulación del coronel sublevado Domingo Rey d’Harcourt el 8 de enero de 1938. Teruel se convertía de esa forma en la única capital de provincia conquistada por las tropas republicanas en toda la guerra. Sin embargo, la capital turolense no permaneció mucho tiempo bajo control gubernamental ya que fue reconquistada por las tropas franquistas del general Juan Vigón el 22 de febrero. Más de cien mil bajas entre rebeldes y gubernamentales fueron necesarias para convertir la que había sido publicitada como la mayor victoria republicana de todo el conflicto en el mayor desastre del republicano de toda la guerra.[2] Así las cosas, el fracaso republicano en Teruel había puesto de nuevo de manifiesto la superioridad militar franquista, tal y como había sucedido anteriormente en Brunete, Santander, Belchite o Asturias, la cual sería convenientemente explotada por Franco semanas más tarde en la ofensiva sobre Aragón y Levante que precedió a la batalla del Ebro.

A comienzos de marzo de 1938 ciento cincuenta mil hombres, incluido el CTV italiano, más de doscientos carros de combate y cerca de mil aviones alemanes e italianos comenzaron la ofensiva franquista a través de Aragón y Castellón hasta el Mediterráneo. Dividido en dos ejes, el avance rebelde en el sur comenzó el día 7 de marzo y en tan sólo diez días se hizo con el control de Belchite, Alcañiz y Caspe. Mientras que por el norte  el ataque iniciado el día 22 también obtuvo un éxito temprano rompiendo en un solo día el cerco republicano de Huesca, y conquistando Tardienta y Alcubierre en la misma jornada. Desde el sur las tropas que mandaba el general Yagüe continuaron su avance y tras cruzar el Ebro y conquistar Pina ocuparon Fraga el día 25, internándose por primera vez en territorio catalán. El 8 de abril ocuparon Balaguer, Camarasa y Tremp, y con ellas las plantas hidroeléctricas que abastecían a Barcelona. La guerra parecía decidida, pero tras la conquista de Vinaroz el avance rebelde se detuvo el 15 de abril. Mientras, en el norte, pese a haber conquistado Barbastro, Viella y el valle de Arán, las tropas rebeldes vieron ralentizado su avance por la Bolsa de Bielsa ante la resistencia de la 43ª División del ejército republicano, que comandaba el mayor de milicias Antonio Beltrán Casaña, alias “El Esquinazau”.

Refugiados de la Bolsa de Bielsa. 1938

El avance sublevado iba siempre precedido de la huida sistemática de población civil primero y militar más tarde hacia zona republicana. Durante la ofensiva franquista en Aragón dicha huida se canalizó mayoritariamente hacia Cataluña dando lugar a un éxodo interior de dimensiones considerables. Sin embargo, ante la inminente conquista del Alto Aragón, alrededor de 25.000 personas se precipitaron en la primavera de 1938 al otro lado de la frontera francesa en un nuevo movimiento migratorio que constituye la tercera salida poblacional masiva ocasionada por la guerra civil española. Dicho movimiento se vertebró en dos fases: una primera en el mes de abril protagonizada por los militares de la 31ª División republicana y población civil de los valles de Benasque, Bielsa y Arán. Y una segunda capitalizada por la retirada de las tropas de la 43ª División republicana que resistían en la Bolsa de Bielsa, las cuales tras dos meses de resistencia huyeron a Francia.

Martín Arnal Mur fue uno de los miles de aragoneses que, en esos días tan inciertos, cruzaron la frontera. Nacido en Angüés el 12 de noviembre de 1921 en el seno de una familia de 10 hermanos, creció deprisa, y pronto vió truncada su juventud, como la de tantos jóvenes, cuando el golpe de Estado fracasado dio paso a una larga y sangrienta guerra civil. Unido en Angüés a la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), luchó contra el ejército insurgente, pero ante el avance sublevado se vio obligado a huir a Francia.[3] Y así recordaba su paso al otro lado de la frontera en 1938:

“El frente se rompió más allá de Tardienta y Almudevar. Salí del frente, en dirección a Siétamo. Habían cesado los combates -malo, pensé ya estamos perdidos- y corriendo vine desde Castejón de Arbadiés, al lado del Guatizalema. Volvía a Angüés, y en el camino encontré dos compañeros que corrieron conmigo pasando por Ibieca.

Llegué a casa y vi a mi madre y a mi padre [ya habían matado a dos hijos, sus dos hermanos, José y Ramón, ambos fusilados el primero de ellos en Huesca, en agosto de 1936 y el segundo de ellos en enero de 1937 también en Huesca] Mientras mi padre estaba echando de comer a los conejos, enganché de nuevo la manta arrollada al cuello y de nuevo emprendí la marcha andando hasta Barbastro, donde llegue por la noche.  Mis padres llegaron a Barbastro, y puede ser que pasaran al lado mío pero no me encontraron, acurrucado y cansado, me quede dormido en un carretillo, llevaba 3 noches sin dormir.

El día 26 de marzo, por la mañana me dije ¿a dónde voy? Pocos iban al Pirineo, la gran mayoría iban hacia Cataluña. Mis padres con el carro desde Angüés tiraron para Cataluña. Yo me fui en dirección Graus: ¡me voy al Pirineo!

La 27ª División del Ejército Popular Republicano y la 30ª División (mandada por Del Barrio, socialistas de las Juventudes Socialistas Unificadas) se dijo que intentarían establecer una línea defensiva en Graus para poder establecer contacto con la 43ª División (la del Esquinazau), pero finalmente no se hizo.

Yo pasé a Francia por Benasque. Llegamos a Benasque, a la explanada del hospital y veíamos ametralladoras, carros, burros… etc. El día que yo pasé, pasaron 2 divisiones, la 30ª y la 27ª, unos 20.000 hombres. El material, al llegar al pirineo no lo podías pasar debido a los paquetes de nieve que había, en los cuales te hundías. Y eso que hizo un muy buen día.

 Llegué hasta Sahún, dormí una noche o dos en Guayente (Monasterio de) y pasé a Francia el 1 de abril de 1938. Existía una fila india que se extendía desde el Hospital de Benasque hasta Bagnères-de-Luchon. Nos perdimos, a causa de la niebla y suerte que pudimos quemar los escasos papeles y hierbas que llevábamos, para de ese modo evitar congelarnos esa noche. Vinieron a buscarnos un batallón alpino francés, y así pasé a Luchon. Estuve 4 días y 4 noches durmiendo en la estación donde quemábamos hasta las traviesas del tren, para soportar el frío. Mas tarde nos trasladaron al garaje Renault de Luchon y al día siguiente comenzaron a formar los trenes. Gracias al alcalde de Luchon, socialista de izquierdas que trató a la gente muy bien. Preguntaron: ¿Quién se quiere ir para la parte de Franco? Pocos, yo creo que ni 50. Yo me quedé en Francia un tiempo más, ya que estaba bastante delicado de salud.

La gente antifascista, los particulares, en la acogida se portó muy bien. Pero también recuerdo la regulación de refugiados y la separación de las familias, algo que no olvidaré nunca. De hecho una vez separados de nuestro tío, nos llevaron a Angoulême, a una fábrica vieja sin ventanas, en condiciones penosas. Allí estuvimos 11 días y allí nos hicieron vacunar. En aquella fábrica estábamos unos 650. Los habitantes de Angoulême, creo yo que por vergüenza frente a las condiciones en las que estábamos, hicieron una manifestación para nuestro traslado que finalmente tuvo lugar. ¿A donde nos llevarán? Nos preguntábamos, algunos decían, quizás nos lleven a Paris, y cuentos de ese tipo. Aunque la principal preocupación de los franceses era: ¿Y dónde los ponemos, a ver dónde ponemos a los españoles?

Finalmente fuimos trasladados a Cognac donde nos instalaron en unas barracas. Más tarde calcularon que no cabríamos allí y considerados como enfermos, los llamados llenar todo de piojos y de sarna, finalmente fuimos trasladados a la Cárcel municipal de Cognac, en la que a mi me correspondió la celda número 2. A la gente que castigaban la llevaban al sótano. Mi celda era un espacio para cuatro detenidos y estábamos 22. Tiraron las colchonetas por tierra y allí dormimos, un lugar donde los piojos campaban a sus anchas.

Por la falta de alimento y las penurias del paso por el puerto estaba muy débil. A ello hay que sumar la separación  de las familias, que como he dicho antes fue terrible, personas que perdieron a sus hijos o familiares más cercanos. Empezaron a separar a los vascos y después a los aragoneses. A los crios, en ocasiones los recogían familias francesas, pero muchos de ellos fueron mandados a España y se perdieron al ser tratados como huérfanos. Al  llegar a Francia a algunos los adoptaban, les cambian el nombre y nunca jamás se supo de ellos. Los que llegaron repatriados a España si tenían familia se salvaron, pero sino… el fascismo no se interesó por ellos”.[4]

 

La Bolsa de Bielsa

La retirada de la 31ª División en marzo de 1938, cuyas tropas huyeron a Francia mayoritariamente por Benasque, tal y como le sucediera a Martín Arnal, dejó a la 43ª División en una crítica situación: la ruta a Barbastro había quedado comprometida. Ésta fue rápidamente copada por las tropas rebeldes, y ello supuso a su vez que la unidad que comandaba el Esquinazau quedase aislada en Sobrarbe.

 Rodeada en territorio español, y teniendo como única vía de escape su flanco Norte, las tropas de la 43 fijaron posiciones a mediados de abril al abrigo de los desfiladeros y montañas del valle del Cinca. Durante varias semanas los más de seis mil hombres de la unidad republicana aguantaron el envite franquista, conteniendo su avance tras una primera línea de defensa establecida en Escalona y una segunda en Laspuña. Sin embargo, cuando esta fue derribada, la desbandada fue inevitable y miles de civiles refugiados en Bielsa procedentes de otras localidades del valle como Labuerda, Puyarruego, Escalona, Lafortunada o la propia Laspuña comienzan su huida a Francia en pleno mes de abril por unas montañas repletas de nieve. Los pastores de la zona, conocedores de excepción de la particular orografía del valle, organizaron la ruta de escape y acompañaron a mujeres y niños primero hasta Parzán y posteriormente hasta la cima del Puerto Viejo, punto en el que les esperaban los voluntarios franceses que iban a ayudarles a descender hasta Aragnouet, nuestra ruta.

Refugiados de la Bolsa de Bielsa. 1938

Con la mayoría de civiles a salvo en Francia, a mediados de mayo las tropas franquistas se adentraron en el valle tras haber sembrado con fuego de mortero su avanzadilla. Con facilidad alcanzaron un Puyarruego abandonado pero vieron detenido su avance en el desfiladero de Las Devotas donde fueron duramente castigados por los efectivos de la 43ª que se habían atrincherado allí. Recompensados por los jefes de Gobierno y de Estado Mayor -Juan Negrín y Vicente Rojo respectivamente- los hombres del Esquinazau no tuvieron apenas tiempo para descansar, ya que el valor estratégico de la zona hizo que Franco concentrase mayor numero de tropas en la zona, esta vez apoyadas por la aviación. El avance rebelde fue imparable.

El 15 de junio de 1938 bombarderos Heinkel-51 castigan duramente a Bielsa y otras localidades de la zona. Como sabemos, los núcleos urbanos ya han sido evacuados pero, pese a que no hay víctimas mortales, los daños materiales son incalculables. La zona es completamente arrasada. Nada queda para quienes han de volver pasada la tormenta. Escondidos durante el día los hombres de la 43 se organizan, y al llegar la tarde inician su particular retirada siguiendo el mismo camino que semanas antes habían transitado miles de civiles. Antes de la medianoche llegan a Puerto Viejo donde la gendarmería francesa les obliga a entregar las armas si quieren adentrarse en territorio francés. El Esquinazau y sus hombres acceden, y unas horas más tarde llegan a Aragnouet, desde donde será trasladados a Arreau. En esta pequeña localidad del valle del Aure, las autoridades francesas hacen elegir a los soldados huidos entre Franco y Negrín. Según Marc Ripoll, 411 deciden volver a la España de Franco vía Irún. El resto, 6.889 optan por continuar en la lucha, reintegrándose en el EPR vía Barcelona.

Así las cosas, el 16 de junio de 1938 cruzaba la frontera por un Puerto Viejo todavía cubierto de nieve el último soldado de la 43ª División, terminando así la resistencia republicana en el Alto Aragón.[5] No obstante, pese a que la mayoría de los soldados utilizó el territorio francés como vía de escape para reintegrarse de nuevo a la lucha a través de Cataluña, en esta nueva salida unas 10.000 personas permanecieron en Francia.

1940-1945

Paqueteros

Ya en pleno siglo XIX la ruta que atraviesa la frontera franco-española por el Puerto Viejo y que, tal y como hemos visto, siguieron miles de refugiados y soldados republicanos huyendo de las tropas franquistas en 1938; fue utilizada por contrabandistas, principalmente de ganado y productos de consumo, que desarrollaban su actividad entre Francia y el valle de Bielsa, también conocidos como "paqueteros". De hecho, no solo en el valle de Bielsa, sino repartidos por toda la cordillera pirenaica, los contrabandistas fueron, durante décadas, los responsables de mantener activo el comercio al margen de las leyes económicas dictadas por las autoridades de España y de Francia a través de caminos que ellos mismos trazaron. Rutas que, entre 1939 y 1945, sirvieron no solo para ocultar el paso de mercancías por la frontera, sino también para permitir la salida de Europa de aquellos que huían de la persecución nazi o pretendían alcanzar Londres o el Norte de África para incorporarse a la lucha contra el ocupante y sus socios.

Diferentes redes de evasión agujerearon los Pirineos en este periodo, permitiendo el tránsito de miles de evadidos de Francia por España. En su huida, los evadidos contaron con la ayuda de expertos guías de montaña y pasadores, conocedores de excepción de la orografía local, que pertenecían a diferentes redes.[6] Muchos de estos pasadores, gozaban de tan alto grado de conocimiento del terreno gracias a que, antes de que se desatase el segundo conflicto mundial, utilizaron esos mismos pasos por los que ahora escapaban judíos perseguidos, aviadores, agentes secretos aliados caídos y miembros de la resistencia descubiertos para traficar con diferentes mercancías que pasaban de un lado a otro de la frontera. Hombres que fueron herramientas clave para evitar aranceles aduaneros y mantener activa la actividad comercial de diferentes valles en periodos convulsos y de difíciles relaciones bilaterales entre Francia y España.[7]

Uno de aquellos paqueteros, experto conocedor del valle de Bielsa y del paso por el Puerto Viejo, fue el chisagüesino José Gistau, alias Barranco. Nacido en 1910, José emigró a Francia en 1927 y fue empleado en la central hidroeléctrica de Aspe.

"A este lado no estaban las cosas muy allá y muchos nos íbamos a Francia a trabajar. En mi caso a una hidroeléctrica.Mi hermana estaba de criada en Tarbes y yo conseguí colocarme en las obras de regulación del Aspe que entonces comenzaban en OloronSainte Marie"

Casado en 1934, en Le Plan d'Aragnouet -punto final de nuestra ruta-, y casi al mismo tiempo afiliado al Partido Comunista francés, durante la Guerra Civil española colaboró activamente en el transito de suministros desde Francia a España para las tropas de la 43ª División del EPR tras quedar esta aislada en el valle de Bielsa en la primavera de 1938.

"Colaboraba mucha gente de izquierdas. Maestros sobre todo. Todo el material que llegaba aquí se pasaba en caballería al otro lado. Una noche atravesamos el puerto de Bielsa con un centenar de mulos. Llevábamos de todo. Armas, munición, comida, mantas…"

Cabe destacar que, antes de que las tropas de la 43ª abandonasen el Valle a mediados de junio de 1938, "Barranco" también ayudó a cruzar la frontera por el Puerto Viejo a varios refugiados.

Aquello fue un desastre. Desde aquí se oían perfectamente los bombardeos. Retumbaban en los montes. Yo pasé hasta Chisagüés en busca de los hijos de mi hermana. Tres viajes hice. Uno con cada crío". Llegaba gente de todas partes. Del valle vecino partieron siete mil cabezas de ganado. Aquí no llegó ni la mitad. Rapiña, hambre…De todo hubo. [...]"La gente llegaba muerta. Enfermos, niños, viejos, mujeres... Cargados hasta el moño con cosas que luego abandonarían en el monte, exhaustos"

Durante el segundo conflicto mundial, Gistau ejerció como pasador ayudando a cruzar la frontera a pilotos y agentes secretos aliados, resistentes y judíos huidos por el puerto de Bielsa, Puerto Viejo y el puerto de Barrosa. Así lo recordaba José: "siempre los pasaba de noche. Los subía a puerto y esperaban la claridad para bajar. Me podía haber hecho rico. Hubo quien lo hizo. Sobre todo con los judíos". Sin embargo, a mediados de 1943, Gistau hubo de cesar en su actividad y ocultarse cuando se supo perseguido por las tropas nazis. De hecho la presión que ejercieron las tropas alemanas sobre los bosques cercanos a Aragnouet, especialmente a finales de 1942 y principios de 1943,  dio sus frutos cuando estos descubrieron una de las más importantes casas de apoyo que los pasadores tenían cerca de la frontera que regentaba un matrimonio francés bajo la tapadera de un pequeño comercio de ultramarinos. Según recordaba José, la mujer del dueño, un hombre también cercano al PCF, lo delató, y ello supuso la caída de buena parte de la red local que trabajaba en la zona pasando huidos.

"Los nazis descubrieron el refugio de la resistencia en los bosques de Le Plan y aquello fue una masacre. Comunistas y miembros de la resistencia se reunían en el mismo sitio que servía de base de operaciones para cruzar la frontera. Era el pequeño comercio del pueblo. Su dueño era un hombre de ideales. Pero su mujer lo delató y los mataron a todos, menos a ella claro"

No obstante, lejos de interrumpir definitivamente su actividad, con la liberación de Francia "Barraco" volvió a "las andadas" ayudando a miembros del maquis a atravesar la frontera y retomando el contrabando. De hecho, tal y como apunta el periodista Sergio Sanchez, "durante años la casa Barranco de Le Plan d'Aragnouet constituyó el punto de partida del contrabando de la zona". Aunque bien es cierto que, además de José Gistau, hubo otros paqueteros que transitaron nuestra ruta y otras que conectaron ambos lados de la frontera por pasos cercanos. Entre ellos podemos destacar a José Brun, de casa Xanca; Salvador y Jodías, en Bielsa; Domingo Vera Bandrés, "Domingón de Botaya", en Jaca; Juan Bernard, en Parzán; Francisco Pérez, en Ansó; Juan de Tardán, los hermanos Antonio y Joaquín Ballarín, en Gistaín o Luis Auset "Moliner" quien logró pasar por Plan a evadidos procedentes del valle d'Aure antes de desaparecer, a finales de los años cuarenta, en el sur de Francia.[8]

 

Maquis

            Son varias las acciones reseñables que el maquis llevó a cabo en el invierno de 1944 entre los valles de Benasque, Gistaín y Bielsa. No obstante, centrándonos en aquellas que tuvieron lugar en este último, por el que recordemos transcurre nuestra ruta, cabe destacar como un contingente de unos 300 guerrilleros pertenecientes a la 186 brigada de guerrilleros penetraron en territorio español por el puerto de Urdiceto y tras dejar atrás las poblaciones Sin y Saravillo llegaron al desfiladero de las Devotas, emblemático lugar donde años antes triunfara, al menos momentáneamente, la resistencia de la 43ª División del EPR ante las tropas sublevadas.

            Tal y como señala el historiador Ferrán Sánchez Agustí, si bien es cierto que esta incursión de la 186 brigada respondía a una maniobra de distracción que facilitase el camino a la gran concentración guerrillera del Valle de Arán; no lo es menos que, en teoría las maniobras de la 186 tenían un doble objetivo: contactar con los efectivos de la 21 Brigada y hacerse con el control de sector comprendido entre los ríos Cinqueta y Cínca. La primera de las acciones que llevaron a cabo los hombres de la 186 en territorio aragonés tras cruzar la frontera fue intentar cortar el acceso por carretera a Bielsa, aislando de ese modo a la localidad altoaragonesa de Aínsa, para posteriormente establecer un puesto avanzado que coordinase la acción de otros grupos guerrilleros que operaban en zonas colindantes. Sin embargo, los guerrilleros no lograron su objetivo y finalmente la misión fue desestimada.[9]

Similares punto de penetración, Urdiceto, y objetivo, contactar con los hombres de la 21 Brigada; tenían los hombres de las Brigada X que al mando de Bernardino Taratielse internaron el 29 de octubre de 1944 en territorio español por el citado puerto y continuaron por la sierra de Espierba hasta que en Laspuña se detuvo su avance. En las escaramuzas que allí se produjeron murieron un guardia y dos guerrilleros. Cinco más de estos últimos resultaron heridos y varios fueron hechos prisioneros, la mayoría de ellos sin armas, acusados de “tratar mediante la fuerza y la propaganda de derrocar al actual régimen político español implantando un gobierno de Unión Nacional Republicana”.

 

En primera persona: Lorenzo Salcedo Murcia

Refugiados de la Bolsa de Bielsa. 1938

Nacido en Galera, Granada, en 1926, de profesión barbero, soltero, hijo de emigrados económicos a Francia en los años veinte, Lorenzo participó activamente en la Resistencia interior francesa junto a otros guerrilleros españoles. Líder carismático, una vez liberada la prisión de Nontron (Dordogne), fue elegido comandante por sus compañeros guerrilleros a los que dirigió en las diferentes operaciones que éstos llevaron a cabo en España en octubre de 1944. Testigo del tiroteo que mantuvieron los hombres de la X Brigada cerca de Lafortunada, continuo avanzando hacia el sur hasta que fue detenido en El Tormillo.

“Cruzar los Pirineos fue muy duro. Estaba todo nevado y helado. Había gente que no estaba preparada y no pudo seguir. Unos cuarenta no pudieron hacer la ascensión, regresaron a Francia la mayoría y algunos desaparecieron en las montañas”.[10]

Condenado a 12 años y un día, Salcedo cumplió su pena a caballo entre las prisiones de Torrero en Zaragoza y la de San Miguel de los Reyes. Puesto en libertad en 1951 gracias a indultos y redención de pena, hasta 1953 vivió en Motril (Granada), pero sabiéndose vigilado decidió volver a Francia cruzando la frontera por un paso clandestino cerca de Irún, en nuestra ruta uno, guiado por una amigo pasador.

1950 - 1970

            Tal y como sucediera en la mayoría de poblaciones de la comarca del Sobrarbe, los habitantes del valle de Bielsa fueron también parte integrante del éxodo rural que en la década de los años cincuenta abandonó pueblos y villas buscando una oportunidad laboral en centros urbanos de mayor entidad como cabezas comarcales y capitales de provincia. Gracias a estos movimientos se produjo una primera fase caracterizada por la instalación de buena parte de esta población activa rural en ciudades como Monzón y Huesca. La reforma económica iniciada con el Plan de Estabilización a finales de la década favoreció la industrialización y el crecimiento de grandes ciudades españolas que demandaban mano de obra joven, la cual fue cubierta gracias, también, al concurso de población rural. Así, en el caso del valle de Bielsa, y del resto de la comarca de Sobrarbe, la población emigrada tuvo como destino principal las ciudades de Zaragoza y Barcelona. Ello supuso que en algunos pueblos de la comarca se abandonaran cultivos y tierras que requerían cuidados; se redujese drásticamente el número de cabezas de ganado; se rompiese la cadena de oficios y talleres que garantizaban en buena medida los servicios de estas pequeñas poblaciones, y que el pequeño comercio de los valles se redujese también de forma considerable, sin poder asegurar el abastecimiento de productos importantes.

            Así las cosas, tras la estela del autocar que llevaba en su interior a los jóvenes del valle en busca de una oportunidad en la ciudad, quedaba una sociedad envejecida con escasa capacidad de iniciativa. Ello sumió al Valle en una profunda depresión a la que también contribuyó, mediada la década de los años sesenta, la partida de algunos de sus vecinos, también en busca de una oportunidad económica, pero esta vez al otro lado de la frontera. Flujo que para los más viejos del lugar no resultaba tan extraño como el de quienes partieron a Zaragoza o Barcelona, ya que durante siglos, los intercambios económicos entre ambas vertientes pirenaicas mantuvieron y llenaron de vida estos y otros valles fronterizos.[11]

            Sin embargo, a los pasos montañosos que hasta ahora habían sido protagonistas del tránsito de personas y mercancías, les salió un gran competidos a mediados de la década de 1970. Y es que en 1976 la apertura del túnel internacional Bielsa-Aragnouet supuso un cambio total en economía, no solo del municipio de Bielsa, sino de todo el valle. La ganadería que había sobrevivido al éxodo rural de décadas anteriores como ocupación principal de la población activa de Bielsa, dio paso al desarrollo de diferentes actividades económicas relacionadas con el turismo. Y entre ellas, el comercio internacional, pues los habitantes de la vertiente francesa se convirtieron, y aún hoy lo siguen siendo, en clientes fijos de una serie de establecimientos radicados en el lado español que generan una importante actividad comercial en la zona. Y es que como antaño, aunque sin utilizar caminos clandestinos y contrabandistas, la frontera sigue siendo, día a día, punto no de separación, sino de contacto de miles de personas que habitan a ambos lados de la misma.

 



[1] CASANOVA, Julián, República y guerra civil, Crítica Marcial Pons, Barcelona, 2007, pp. XV-XX.

[2]Los cálculos más certeros sitúan en más de sesenta mil las bajas republicanas, y en unas cuarenta mil las franquistas durante toda la batalla de Teruel. CASANOVA, Julián, República y guerra civil, p. 383-385; PRESTON, Paul, La guerra civil española, 1936-1939, Plaza y Janes, Barcelona, 1987, pp. 209-212.

[3]Angüés contaba antes del estallido de la Guerra Civil española con 108 afiliados a CNT, entre los que encontramos al zaragozano Miguel Chueca o a los oscenses Ramón Acín y Francisco Ponzán Vidal. Situada en un encrucijada a 25 kilómetros de Barbastro y 22 de Huesca, ambos bandos sabían de su importancia estratégica y aunque en los primeros compases del conflicto fue copada por los sublevados, el día 25 de julio de 1936 fue de nuevo reincorporada a la administración republicana, hasta que cayó definitivamente en manos sublevadas en el año 1938.

[4]Testimonio del paso a Francia en 1938 de Martín Arnal Mur obtenido de la entrevista realizada a Martín Arnal Mur en abril de 2008 en Angüés, Huesca.

[5]Javier Rubio rebaja el cálculo a 23.000 o 24.000 refugiados divididos en dos fases: una primera que corresponde a la retirada de civiles y militares de la 31ª División republicana en abril de 1938 en la que calcula huyeron entre 15.000 y 16.000 personas. Y una segunda que corresponde a la retirada íntegra de los militares republicanos de la 43ª División en el mes de junio y que cifra en 8.000 personas más. RUBIO, Javier, La emigración de la guerra civil…, pp. 60-64. Dicho análisis es compartido por Louis Stein en STEIN, Louis, op. cit., p. 24; y citado por Secundino Serrano en SERRANO, Secundino, op. cit., p. 36. Mientras que Alicia Alted retiene la cifra de 24.000 huidos entre marzo y junio de 1938, matizando que sus dos terceras partes eran combatientes. ALTED, Alicia, La voz de los vencidos…., p. 41.

[6]Según la historiadora francesa ÉmilieneEychenne, fueron 33.000 los franceses evadidos a través de los Pirineos. Otras fuentes estiman que los huidos galos pudieron ser unos 25.000, a los que habría que sumar unos 500 oficiales en misiones secretas, varios cientos de polacos, unos 5.000 aviadores (sobre 3.800 británicos y canadienses y algo más de 1.000 estadounidenses). Además de los muchos judíos, aunque algunos de ellos son incluidos en los franceses y polacos. Ante el baile de cifras, Sánchez Agustí sitúa el número de fugitivos por los Pirineos entre un mínimo de 30.000 y un máximo de 50.000; algún historiador como Daniel Arasa eleva la cifra hasta 80.000. Al final de la guerra, cuando las tornas cambiaron, unos cuantos miles de alemanes buscaron también refugio en España. EYCHENNE, Émiliene, Pyrénées de la liberté, les évasions par l'Espagne 1939- 1945, Privat, Toulouse, 1998.

[7]Este tránsito organizado de personas que pasaron de Francia a España durante los años de la Segunda Guerra Mundial ha sido tema de algunos libros reciente. Destaca entre ellos "Espías, contrabando, maquis y evasión. La II Guerra Mundial en los Pirineos" del historiador catalán Ferrán Sánchez Agustí (Ed. Milenio, Biblioteca de los Pirineos, nº 6, Lérida, 2003. El libro trata, principalmente, de las redes de evasión que operaban a lo largo de toda la cordillera y, aunque se extiende más en el paso registrado por el Pirineo catalán y, en menor medida, por el navarro (más utilizados por su menor dificultad), también hace referencias al Pirineo aragonés. En buena parte, he basado la confección de este artículo en los datos e informaciones que hacen alusión a nuestras montañas. Antes de centrarnos en ellas, es conveniente hacer algunas apreciaciones globales sobre quiénes y en qué número atravesaron la cordillera pirenaica durante ese convulso periodo de nuestra historia reciente.

[8]Citas de José Gistau y datos sobre otros paqueteros de la zona en SANCHEZ; Sergio, "José Gistau, paquetero de suerte", El mundo de los Pirineos, nº 3, mayo 1998.

[9]SANCHEZ AGUSTÍ, Ferrán, Maquis y Pirineos. La gran invasión (1944-1945), Milenio, Lleida, 2001, p. 176.

[10]Ibid, p. 180.

[11]RUBIO BENITO, María Teresa, "Envejecimiento demográfico y actividad agraria en el Valle de Gistaín", Espacio, tiempo y forma, serie VII, Geografía, t. 7, 1994, pp. 135-200

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